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sábado, 14 de noviembre de 2009

La Feminización del Cristianismo

La Feminización del Cristianismo




¿Adónde se han ido los hombres?
Por Pablo Santomauro


Me siento incómodo cuando en mi iglesia esperan que acompañe con mi voz canciones modernas de amor a Cristo. Letras como “estoy enamorado de ti”, “quiero quedarme en tu tibio abrazo”, “oh el amor entre tú y yo”, “yo soy tuyo y tú eres mío”, y otras estrofas en los cantos de adoración cristianos, tienen una carga femenina que de pensarlo bien, deberían inquietar al elemento varonil del cuerpo de Cristo. Algunas de las canciones interpretadas por estrellas de la canción cristiana femenina hay que escucharlas detenidamente para no confundirse. Las intérpretes virtualmente le cantan al Señor con palabras y expresiones que bien podrían ser dirigidas a un amante en cualquier canción secular. El nombre del galán de sus sueños simplemente parece haber sido reemplazado con el nombre de Jesús.

Yo no pienso que parte de mi adoración al Salvador debe ser cantar alabanzas de proclividad erótico-romántica. Yo no deseo “acurrucarme” en los brazos de Jesús, ni susurrarle al oído cuanto le amo, tocar sus manos o deleitarme en su mirada. En lugar de ello, la Biblia me da mandamiento de adorarle y seguirle como mi Rey. Es por ello que en su mayoría los antiguos himnos eran más centrados teológica y doctrinalmente. Expresiones como “Firmes y adelante, huestes de la fe” y “Jesús es mi rey soberano” eran más adecuadas para ser cantadas por ambos géneros.

Justo es señalar que ya algunos himnos antiguos dejaban entreveer la fibra femenina reclamando su lugar en los himnarios. Un himno titulado “El Reposo” contiene líneas como: “Salvo en los tiernos brazos de mi Jesús seré; y en su amoroso pecho siempre reposaré.” No me digan que esto apela a la masculinidad con que Dios dotó al hombre. Anticipando la acusación que se me hará de ser un machista, invito a mis acusadores a recorrer el libro de Salmos para ver si pueden encontrar este tipo de expresiones en la alabanza a Dios.

La música cristiana es sólo una punta de la madeja. Si jalamos de otras puntas sueltas encontraremos otros factores causantes de que hoy en día tengamos una iglesia débil para tratar con los desafíos agresivos del humanismo, tanto secular como religioso. Según David Murrow, autor del libro Por qué los Hombres Aborrecen ir a la Iglesia [1], en determinado momento ciertos pastores comenzaron a enfocar sus ministerios, predicaciones y música hacia el sector femenino de sus congregaciones. En consecuencia, los sermones se tornan en platitudes emocionalmente orientadas, y la alabanza en letras sensibleras de efecto lacrimógeno con un fondo musical de balada romántica.

He observado que algunas reuniones de oración son más bien sesiones psicoterapéuticas donde los integrantes se juntan en círculo, se dan la mano, comparten sentimientos, y cantan suavemente. En los cultos tenemos la clásica posición de los brazos levantados (no en señal de poder y victoria, sino de tierno abrazo) o las palmas hacia arriba (como sosteniendo una bandeja) y los ojos cerrados mientras cantamos “Estoy desesperado por ti, tú eres el aire que yo respiro”. ¿Hablamos así los hombres? Todo esto sucede bajo la mirada de pastores que con su liderazgo y actitud confirman el antiguo refrán, “Existen tres géneros, femenino, masculino, y clérigo”.

En el terreno de la enseñanza las cosas no son más alentadoras. Mucha de la prédica de hoy consiste en lo que el americano llama pep talk, un término que denota un tipo de retórica con enfoque positivista. Si usted está interesado en esto puede buscarlo en las charlas motivacionales que las grandes corporaciones programan para sus empleados, no necesita ir a la iglesia. En muchos casos, el énfasis de la enseñanza está en lo emocional y las experiencias subjetivas. No falta tampoco el abundante material especializado en las relaciones con el esposo/a y la familia, que ha inundado a la iglesia.

En virtud de todo lo anterior, el aspecto intelectual de nuestra fe ha sido dejado a la orilla del camino. Los hombres preferimos el tipo de enseñanza que provoca nuestro intelecto y que nos equipa para confrontar diferentes corrientes de pensamiento y cosmovisiones opuestas al cristianismo. Aun somos jinetes a caballo blandiendo espada. Necesitamos ser capacitados bíblicamente para hacer de nuestro cristianismo una fuerza influyente en el mundo real de la política, la educación, la industria y los negocios (y no me refiero a la teología del Dominio). Necesitamos afirmar la noción de que el cristianismo es verdad en todos los aspectos y niveles de la vida. Necesitamos recobrar el balance entre las enseñanzas tiernas de Jesús (su amor y su pasión salvadora) y las doctrinas del pecado y el infierno. Necesitamos hombres fuertes y abnegados en los púlpitos cuya predicación vaya dirigida a los hombres. Jesucristo mismo se enfocó en los hombres como su principal objetivo discipulador. ¿No debemos hacer lo mismo hoy imitándolo a él? Por favor, no me salga con la excusa de que la sociedad judía era patriarcal y por ello Jesucristo escogió hombres como sus discípulos. Jesús escogió hombres siguiendo el diseño original que el Padre ya había establecido desde el principio y punto.

Lejos esté esta exhortación mía de entenderse como una plegaria a las iglesias liberales, seeker’s sensitive y emergentes. En lo que a mí respecta, estas denominaciones no son representantes de Dios, ni colectiva, ni individualmente. Están principalmente involucradas en la asistencia social y en la resistencia cívica, así como muy ocupadas luchando por los derechos de los homosexuales y procurando salvar el planeta, mientras que niegan el evangelio bíblico. Los hombres cristianos no estamos interesados en una religión tibia como ésa. Estamos compenetrados con la batalla entre el bien y el mal, la verdad y el error, Jesucristo y las huestes satánicas.

Los hombres que atienden nuestras iglesias hoy, luego de un tiempo terminan espiritualmente esterilizados. Han sido indoctrinados de tal forma por la agenda feminista que han mutado hacia una masculinidad neutralizada y han renunciado al liderazgo natural que Dios les ha otorgado. Muchos de ellos avanzan hacia posiciones de pastores o de liderazgo. Pueden ser populares, tener una inclinación saludable hacia las almas, pero ¿están enseñando buena apologética? Desde ya les digo, encontrar a uno que lo esté haciendo puede ser mas difícil que encontrar una aguja en una fábrica de agujas (¿Era así el refrán?).

Promise Keepers pareció traer un rayo de esperanza a la situación hace algún tiempo. La esperanza se diluyó cuando vimos a hombres llorando, abrazándose y cantando tomaditos de la mano.

¿Es todo esto sólo el reflejo de una feminización de la sociedad en general? Sí lo es. Así como el hombre secular moderno, una vez que ha claudicado ante la feminización de la cultura, es un hombre vacío y carente de principios que lo lleven a dedicar su vida a cualquier causa que requiera un mínimo de sacrificio, el hombre promedio en nuestras iglesias es un cero a la izquierda que no ha entendido que seguir a Jesús implica un sacrificio de su parte. No solamente se requiere un sacrificio, sino también un despliegue abundante de virilidad espiritual. Es por esto que la sociedad occidental se desmorona frente a nuestros propios ojos. Por dentro, tenemos la erosión de los valores que nutrieron nuestras culturas bajo el constante ataque humanista secular, y por fuera el Islam, representado fielmente por los terroristas (los líderes del resto de los musulmanes), quienes ya han discernido la incapacidad y la cobardía de este nuevo hombre de la cultura occidental. Esta cobardía se manifiesta, por consecuencia lógica, en la impotencia de los gobiernos para tratar con la prepotencia del Islam. De la misma manera, los enemigos de la iglesia en la sociedad americana (ACLU, liberales, verdes y radicales) han percibido con toda claridad que la iglesia de Cristo está plagada de “afeminados espirituales” que no levantan un dedo ante los ataques de los valores cristianos de nuestra cultura.

¿El camino de la recuperación? Poner verdaderos hombres detrás de los púlpitos, porque la mayoría de los pastores hoy en día, al menos en Norteamérica, no lo son. Los hombres verdaderos siguen a los líderes que son hombres verdaderos. Ya a estas alturas pienso que soy un idealista. Acabo de volver del culto dominical de mi iglesia. La alabanza que cerró la predicación decía: “Jesús, tu nombre es como miel en mis labios.” Para llorar. <>
Notas:

[1] David Murrow, Why Men Hate Going to Church (Nelson Books), cit. Biola Connections.
Obras recomendadas:
· The Church Impotent: The Feminization of Christianity (Spence Publishing Company), Leon J. Podles.
· Total Truth: Liberating Christianity From Its Cultural Captivity (Crossway Books). Nancy Pearcey.

*Este Escrito ha sido Publicado en este blog con el Permiso del apologista Pablo Santomauro*


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